jueves, 9 de mayo de 2019

51.XIII Carrera del Desierto de Tabernas. 5 de mayo.

Poblado de Aguadulce, Rancho de los García, 6:45 am oigo el canto del gallo que me despierta, parece que no ha querido madrugar mucho porque como bien sabemos cantan antes. Desayuno para coger fuerzas para la jornada que me espera: una búsqueda del tesoro, a pie, por el Desierto y el Poblado de Tabernas de 11 km.

La noche de antes ya había dejado todo preparado, incluída mis nuevas botas. Ando un poco nerviosa puesto que llevo unas semanas en cama lesionada, acabo de recuperarme del todo y además voy a tierras desconocidas y lejanas, me pregunto a mí misma: ¿Vaquera estás preparada? ¡Pues vamos a por ello! En la misma puerta del rancho, ya tenía mi caballo preparado, así que a cabalgar hacia nuestro destino: el poblado de Tabernas. Al llegar, justo en la misma entrada, veo un abrevadero a la sombra y dejo a mi caballo, juntos a otros tantos que allí había. Me dirijo al punto de encuentro pero no se veían muchos vaqueros ni muchos pueblerinos, cuando me iba a dar la vuelta para descansar a la sombra junto a mi caballo, me cruzo con unas vaqueras con las que paso aventuras a menudo pero por otras tierras. 


Como todavía queda para comience nuestro desafio y aventuras por el desierto de Tabernas, decidimos tomar un refrigerio en el Salón para después continuar con un reportaje fotográfico. La cuenta atrás ha comenzado y sobre las 10:30 am, empezamos a correr en busca del ansiado botín. Esto acaba de empezar y ya me he quedado atrás, no pasa nada porque voy acompañada, aunque después de llevar 3 km por el desierto, pierdo de vista a mi compañera y me quedo sola, un poco desorientada y con mucho calor pero, a pesar de las barreras que me voy encontrando por el camino, saco fuerzas y sigo corriendo por la árida tierra del desierto, a mitad de camino me encuentro con unos amables transeuntes con mucha agua y sandia, cojo fuerzas y continuo en busca del tesoro. Me voy encontrando a muchos vaqueros por el camino que me animan a seguir, la verdad es que se agradece mucho.

La temperatura sigue subiendo y el sol me está abrasando, menos mal que sobre el kilómetro 7, se atisban zonas de sombra y por cosa del destino también empieza a soplar una ligera brisa ¡qué alegría! es como si hubiera encontrado un pequeño oásis en el desierto; esto me da más fuerzas aún para continuar y encontrar el tesoro y... ¡por fín llegué al poblado! ¡Si, ya lo tengo! ¡Es mío!



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Seguro que muchos os preguntaréis ¿qué tesoro? Pues para mí es un tesoro enorme y una gran satisfacción personal el haber terminado esta carrera por su dureza (calor y desniveles) después de haber estado más de 2 semanas sin haber entrenado por una pequeña lesión. Hoy no importaban los ritmos ni tiempos, era disfrutar la experiencia de correr en el desierto y como siempre, cruza la meta, por eso no hay que rendirse nunca.