Aunque
seguramente hayas leído en el blog que pienso que es mejor y que se disfruta
más corriendo acompañada, hay momentos, días, ... que te apetece todo lo
contrario, que necesitas reflexionar contigo mismo, relajarte, concentrarte y
no hablar con nadie y eso fue lo que me pasó el sábado en la IV Carrera
Nocturna contra el cáncer en Almería, la disfruté (y mucho) y creo que se debió
a los momentos previos de tranquilidad, a que iba totalmente relajada y
concentrada, sin distracciones.
He
de decir que horas previas a la carrera no lo estaba tanto, ya que me despisté
y llegué media hora antes del cierre de recogida de dorsales, nunca me había
pasado esto.
La
salida de esta carrera nocturna contra el cáncer tiene su salida en uno de los
puntos más altos de la capital y en su monumento más destacado: la Alcazaba de
Almería, eché de menos recorrerla a pie como se hizo hace 2 años. El recorrido
también había cambiado, se empezaba subiendo y no bajando y cuando se dio el
pistoletazo de salida, fue superbonito ver a esa marea amarilla fosforita
(color de las camisetas de este año) a los pies de la imponente Alcazaba, los
primeros metros eran por el barrio de Pescadería y para mí fueron los mejores,
no por ritmos sino por el ambiente que allí había, las personas en las puertas
de su casa, animando a todo el mundo, luego casco antiguo para salir al Parque Nicolás
Salmerón, de momento todo muy bien, a pesar de la humedad y el calor, de ahí
que no soltara la botella de agua que me dieron en el avituallamiento hasta
cruzar la meta ¿y por qué? Porque empezaba el infierno, 1 km de subida por la
Rambla, bajarla pero para volver a subir, en este caso el Paseo de Almería,
poco menos de 1 km; esto se pasó más rápido de lo que esperaba y sin
sufrimiento (en la Carrera de las Enfermedades raras que tuve que andar en la
subida de la Rambla. Una vez terminado el paseo, quedaba menos de 1 km para
terminar y cruzar la meta en la Plaza Vieja. Acabé muy contenta conmigo misma
porque a pesar de haber hecho unos tiempos discretos, esta vez no me paré, ni anduve
en ningún momento y conseguí ser constante a pesar de que no había sido una
semana muy buena para mí por problemas respiratorios relacionados con la
alergia. El hecho de luchar contra las adversidades y conseguir barrerlas del
mapa, superarte a ti mismo, ya es una alegría y un subidón y como dicen que una imagen vale más que mil palabras, aquí tenéis la prueba.
No
me gustaría despedirme sin agradecer la labor de los voluntarios, así como sus ánimos durante la carrera; tenemos que recordar que sin su trabajo, carreras, como ésta, no
serían posibles.
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