A punto de darse la salida de la I Carrera de las Dunas, todo para mí transcurría con total normalidad y me encontraba muy tranquila ¡pobre de mí, qué no sabía lo que me esperaba!
Es cierto que sabía que iba a hacer mucho calor (28ºC) e iba a haber mucha humeda (81%) pero, ¿qué se puede esperar en Almería en estas fechas? No era para nada una sorpresa, así que no puedo quejarme, me apunté porque quise y ya está, he de decir que lo que me motivó a apuntarme fue el lugar donde se realizaba la carrera (lo poquito que queda de las dunas donde se rodaron películas tan célebres como Lawrence de Arabia).
Tenía toda la información posible, no iba a lo desconocido pero lo que no esperaba, era que todo fuese en mi contra, empecé muy bien, tranquila, a mi ritmo aunque me fueran pasando corredores pero ya ví que, de primeras, llevaba las pulsaciones algo altillas (170 ppm), una vez puestos los pies en tierra (hasta ese momento, todo había sido por asfalto) y de manera progresiva, mi cuerpo y mi mente fue como si estuvieran en otro planeta porque apenas podía moverme, era como si pesara el doble o más; la mente se encontraba distraida con el bonito atardecer, haciendo así el recorrido más ameno pero no sirvió para mucho: iba como una tortuga en mitad de la nada y sin apenas ver ningún ser vivo en el horizonte, sólo tierra, arena, piedras y matas secas, había un pequeño oasis donde reponer algo de energías en esas 2 eternas vueltas que había que recorrer.
Al volver a ver casas, al escuchar gritos de ánimo de las personas, volví a la realidad, al planeta tierra y las ganas de terminar ya y cruzar la meta, hizo que sacara fuerzas para terminar y poder tomar algo para reponerme de este gran esfuerzo.
Una carrera más, sumo y sigo. A pesar de no haberse sido un buen día, contenta simplemente con el hecho de haber terminado. 54 carreras en las que me he apuntado desde 2013 y las 54 terminadas y cruzando la meta ¡Nunca hay que rendirse! ¡Hay que luchar siempre!
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