"Lo importante no es el camino, sino quien te acompaña" es una frase aplicable a muchos aspectos de nuestro día a día, incluido el deporte y más concretamente las carreras. En la mayoría de ocasiones, vamos nervios@s, preocupad@s por hacerlo lo mejor posible, de exigirnos lo máximo a nosotr@s mism@s y nos olvidamos que somos humanos, que no todos los días nos encontramos en las mismas condiciones físicas y psicológicas y que cualquier cosa, sea lo que sea, puede afectarnos y hacer que no tengamos un buen día para correr, tal y como me pasó el sábado en la XXXIII Aguacarbo.
Durante la semana de la carrera y el día de la misma, nada presagiaba que me fueran a ir mal las cosas; nada que destacar, una semana y un día muy normalitos: bien de actitud, bien físicamente, buenas sensaciones, contenta, descansada... Además muy ilusionada porque el año pasado por temas personales no pude correrla y este año tenía que hacerla si o si (aunque no suela participar en carreras en agosto) y encima, iba superbien acompañada: muchísimos compañer@s de C.A. Universo Running.
Nada más llegar a Aguamarga, donde tenía lugar la salida, se notaba un ambientazo (cerca de 800 corredores), era difícil no encontrarse con caras conocidas. Recoger dorsal, alguna que otra foto, calentamiento y a esperar que empezara la carrera (salió con 15 minutos de retraso, aunque oí por mis alrededores que era algo normal). En mi mente estaba lo de salir tranquila puesto que el principio era lo más duro, cuestas y en curva y lo cumplí, buenas sensaciones en la subida aunque ya casi al final de la misma, empecé a flojear y ahí (sobre el km 4), en ese preciso momento, en lugar de ir a mejor, fui a peor (salvando los 2 últimos kms de la carrera). Es como he dicho en las primeras líneas "[...] cualquier cosa, sea lo que sea, puede afectarnos y hacer que no tengamos un buen día para correr"; si queréis que os diga la verdad, no sé decir lo que me pasó y por qué empece a ir en picado.
Sé que aunque soy cabezota y lo que empiezo, lo termino; sabía que no me iba a retirar, que iba a terminarla aunque fuese lenta y a diferencia de lo que me ocurrió en la I Carrera de las Dunas (8,5 km), que se me hizo eterna y no veía el final..., en ésta iba acompañada y en ningún momento me sentí sola gracias a Manolo, Trini, Juanfran, Luis y Tania, si la carrera se me hizo llevadera, a pesar de las dificultades, fue gracias a ellos: por sus frases de ánimo, por sus consejos, por tirar de mí (literalmente, jejeje) en algunos momentos de la carrera, por estar pendiente de mí, bueno, aunque realmente estábamos pendientes los unos de los otros, fue un trabajo en equipo y nunca mejor dicho, porque es de tener muy cuenta por ejemplo los metros de más que hizo Manolo como aguador, para que los que íbamos juntos no nos faltara agua, ya fuera para beber un poquito o como en mi caso, además para echármela por el cuello.
Como ya he dicho, gracias a todo lo que acabo de contar, cogí impulso para llegar a la meta y conseguí recuperarme algo en los 2 últimos kilómetros, donde además de recibir los ánimos de l@s voluntari@s y los de todas las personas que había por las calles de Carboneras, recibí los de vari@s compañer@s que no habían participado en la carrera. Al cruzar la meta me fundí en un fuerte abrazo con Trini y mientras estaba reponiendo energías con algun@s de mis compañer@s, me pasó algo que nunca me había pasado antes en las 54 carreras que había completado (siempre hay una primera vez para todo): comencé a marearme y al mismo tiempo, se me empezó a nublar la vista, gracias a mis compañer@s, que estuvieron ahí en todo momento y a los servicios médicos, se quedó en un sustillo y una anedocta más que contar aquí en el blog.
Después del sustillo y de la entrega de trofeos, a pasar un rato estupendísimo en equipo, tomando algo para recuperar del todo las fuerzas.
¡Muchísimas gracias por todo a tod@s l@s compañer@s de C.A. Universo Running que estuvieron el sábado en Aguamarga y Carboneras, tanto a quienes participaron en esta carrera como a quienes solo fueron a animar!
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